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Frase de la semana

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lunes, 7 de septiembre de 2015

Procrastinación: "dejo todo para otro día"

Esta expresión va apareciendo cada vez con mayor frecuencia en mis sesiones, como si de una moda se tratara. Sin embargo, quien no ha tenido esta conducta alguna vez. 

La procrastinación es la tendencia a posponer o retrasar actividades o tareas que deben realizarse, sustituyéndolas por otras acciones o situaciones que resultan más o agradables. Es algo que aparece de forma natural en las personas, pero se convierte en problema cuando hacemos de ello algo habitual con consecuencias negativas sobre nuestro bienestar.

Se trata de la decisión de dejar para más tarde aquellas tareas que pudieran generarnos malestar (resultan difíciles, ingratas, aburridas, abrumadoras…) Optamos en estos casos por llevar a cabo conductas con una función evitadora ya que eliminan o reducen la posibilidad de que lo pasemos mal. Buscamos para ello actividades que nos aportan una gratificación inmediata (estar tumbado, mirar internet, quedar con un amigo, ver la tele…). De esta forma establecemos y aprendemos una dinámica que nos libera, por lo menos a corto plazo, de los sentimientos y emociones que provocan esas situaciones de dificultad. Sabemos que en algún momento hay que llevarlas a cabo, pero nos convencemos de que hay otras prioridades, que lo podemos controlar, y esperamos a que llegue ese momento que puede ser mejor y/o ese “algo milagroso” que haga que aumente nuestra motivación.

Lo que inicialmente nos libera, a medio plazo, aumenta nuestro malestar. No nos hemos enfrentado ni hemos resuelto el problema. Nos asaltan pensamientos de culpa al ver los quehaceres que se acumulan y vivimos con la continua sensación de “tener que…”. Todo ello, nos agota y nos quita las energías.

Hay procrastinadores eventuales, pero hay quienes hacen de ello una costumbre. No tratándose de una patología, se convierte en problema cuando se realiza con frecuencia y cuando sus consecuencias interfieren en nuestra tranquilidad y equilibrio personal. En ocasiones, sin embargo, es síntoma de algún trastorno psicológico como pudiera ser la depresión.

Muchas y complejas son las causas que pueden llevar a la persona a posponer sus tareas: el perfeccionismo, el miedo al fracaso, no verse preparado para su realización, sentirse incompetentes, ansiedad, indefensión, dificultades a la hora de establecer prioridades, cosas más interesantes, falta de motivación… Cada situación es individual y como tal debería ser analizada.

Poner en marcha lo contrario, “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” se puede convertir en una exigencia que dé lugar a situaciones de estrés y ansiedad. En ocasiones, posponer ciertas tareas, ayuda a mejorar los resultados de otras que se convierten en prioritarias o que pueden mejorar su resultados (por ejemplo, decides ir a realizar una gestión y en ese momento te ves inspirado para continuar un escrito que te resulta complicado de realizar).

Por ello, aconsejamos:
  • Ser conscientes y reconocer que estamos procrastinando.
  • Analiza cuáles son las razones que frenan tu acción.
  • Una vez las conozcas podrás hacer los cambios que resulten necesarios.
  • Aprende a tomar decisiones y no te dejes llevar por pensamientos que alimentan aún más tu indecisión.
  • Organiza tu tiempo y planifica las tareas. Utiliza una agenda o calendario (ej. en la pared)
  • Pon la atención en los plazos de finalización de cada una de las tareas. Diferencia entre las tareas que son importantes y las que no; las que son urgentes y las que no lo son tanto. Concéntrate entonces en realizar las que sean prioritarias.
  • Si tienes que dividir las grandes tareas en otras más pequeñas hazlo.
  • Elimina elementos que te puedan resultar distractores.
  • Y vamos a por ello. No entres en debates internos que te lleven a buscar excusas entre si es necesario hacerlo, si no lo es, si puedes dejarlo para otro momento, etc. Ponte a ello ya. Hazlo sin dudar.
  • Importante: refuerza tus logros por pequeños que sean. Prémiate.

Romper con el hábito de la procrastinación es posible. Cualquier persona puede desaprender conductas que no le resultan funcionales y aprender otras más adecuadas que le reporten tranquilidad, seguridad y sensación de control. Si tú eres una de ella ponte a ello. Si no puedes lograrlo por ti mismo, déjate ayudar por un profesional

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