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Frase de la semana

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viernes, 12 de enero de 2018

Las dificultades de la vida

El título de esta entrada es tema común dentro de nuestras sesiones terapéuticas. Quién no tiene dificultades, quien no preferiría una vida más sencilla, quién no desearía contar con poderes para cambiar su vida y la de los demás, quién no saldría corriendo a veces de algunas situaciones incómodas…. Todo un sinfín de dificultades, o mejor llamaríamos desafíos a los que nos enfrentamos diariamente y que preferiríamos borrar si tuviéramos la mínima oportunidad. 

 Precisamente, el objetivo a lograr con esta entrada es animar a reflexionar acerca de todo ello y facilitar el reenfoque en esas sensaciones y pensamientos que en muchas ocasiones nos limitan, nos provocan ansiedad o nos anclan al pasado. En el espacio terapéutico son muchas las posibilidades a trabajar con respecto a los problemas: reducir el malestar, buscar soluciones, empoderar con recursos, cambiar tendencias de acción (mentales y conductuales)…. Lo que nunca podrá un psicólogo es eliminar el sufrimiento y la exposición a las dificultades. Esas aparecerán cuando tengan que hacerlo, y el objetivo del terapeuta en ese momento será entrenar a la persona para manejarlo de la forma más beneficiosa y más adaptativa.

Los desafíos están ahí, primero porque somos seres humanos con cualidades pero también limitaciones y segundo, porque gracias a esas dificultades es como crecemos, maduramos y nos enriquecemos como persona. Forman parte de nuestro desarrollo personal. Aceptar nuestras carencias y la vida tal como es y tal como se presenta, es un reto y es el camino que nos hará sentirnos libres y en armonía con el pasado, presente y con el futuro.

Aquí os dejo una parábola muy representativa del tema que aquí se plantea. Espero que os guste y os haga reflexionar:

Oí una parábola antigua. Y debe ser muy antigua porque en aquellos días Dios acostumbraba a vivir en la tierra.
Un día un viejo campesino fue a verle y le dijo: ‘Mira, tú debes ser Dios y debes haber creado el mundo, pero hay una cosa que tengo que decirte: No eres un campesino, no conoces ni siquiera el ABC de la agricultura. Tienes algo que aprender’.

Dios dijo: ‘¿Cuál es tu consejo?’
El granjero dijo:’ Dame un año y déjame que las cosas se hagan como yo quiero y veamos qué pasa. La pobreza no existirá más.’
Dios aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente pidió lo mejor y solo lo mejor: ni tormentas, ni ventarrones, ni peligros para el grano. Todo confortable, cómodo y él era muy feliz. El trigo crecía altísimo. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, había tanta lluvia como hiciera falta. Este año todo fue perfecto, matemáticamente perfecto.

El trigo crecía tan alto….que el granjero fue a ver a Dios y le dijo: ‘¡Mira! esta vez tendremos tanto grano que si la gente no trabaja en diez años, aun así tendremos comida suficiente’.

Pero cuando se recogieron los granos estaban vacíos.
El granjero se sorprendió. Le preguntó a Dios: ’¿Qué pasó, qué error hubo?’.
Dios dijo:’ Como no hubo desafío, no hubo conflicto, ni fricción, como tú evitaste todo lo que era malo, el trigo se volvió impotente. Un poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los truenos, los relámpagos, son necesarios, porque sacuden el alma dentro del trigo’.

2 comentarios:

  1. Interesante la parábola!

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  2. Muy buena entrada, en la que se demuestra que en la vida hay que luchar y vivir también con los malos momentos.

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